Siempre consumía anfetaminas, toda la vida asistió al psicoanalista jungiano de preferencia y gordo con una barba rubicunda acosaba cualquier mujer que se cruzase en su camino. Para escribir consultaba la Enciclopedia Británica, consumía marihuana y en una ocasión LSD, pues Aldous Huxley y Timothy Leary habían dado patente intelectual para esos viajes. Esta es una biografía intensa y vertiginosa por la mente de Philip K. Dick, un hombre que amaba ante todo la música escuchándola con audífonos y el sonido de su máquina de escribir.
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