Conocí a Winston Churchill algún día de septiembre de 1958. Por entonces yo era un muchacho. El yate 'Christina', el más grande y lujoso de su tiempo, fondeó en Cartagena, mi ciudad natal. Una embarcación despegó de su costado y se detuvo muy cerca del Club de Regatas, del que mi padre -un abogado del Estado enamorado de la mar- era su presidente, que le esperaba con su junta directiva. De la falúa descendieron, entre otros, Winston Churchill, su mujer Lady Clementine, Onassis y su primera esposa, Tina Livanos.
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