La decisión, a mediados del siglo XIX, de construir la red ferroviaria española con un ancho de vía distinto al del resto de Europa es el error primigenio de nuestra política de infraestructuras. Fue una decisión tomada por comité, torpe y corta de miras, que ha condenado a nuestro sistema de transporte a lidiar con una casi insalvable frontera técnica en nuestras conexiones con Francia. La existencia del ancho ibérico, no obstante, ha resultado ser una excelente noticia para redactores de informes y planificadores.
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