Soy un cobarde crónico, de modo que el miedo, aunque temporalmente desaparezca, siempre vuelve. Hoy, por ejemplo, me levanté bien, alegre, con la idea de acometer un proyecto al que vengo dándole vueltas desde hace varios meses. Desayuné contento y salí a caminar pletórico. Las piernas respondían, la respiración funcionaba y la temperatura era perfecta. Todo en orden. Al regresar me di una ducha, me vestí silbando jovialmente y mientras se encendía el ordenador eché una ojeada a los titulares del periódico.
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