El sistema de conservación y envejecimiento del vino, que evitaba su oxidación por contacto con el aire, no se terminó de pulir hasta la Roma del siglo II o I a.C., por lo que la mayoría de los vinos griegos arcaicos y clásicos serían vinos jóvenes. Además, la costumbre de mezclar el vino con agua, entre los griegos, era síntoma de civilización; por el contrario, beber vino puro se consideraba sólo propio de bárbaros y pueblos sin mesura.
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