Las calzadas eran sólidas construcciones que unían las principales ciudades y puestos más avanzados del Imperio. Su red de comunicación terrestre iba desde el océano Atlántico al mar Rojo pasando por las islas Británicas o el mar Negro. La red de caminos del Imperio llegó a tener nada menos que cuatrocientos mil kilómetros de longitud en el siglo III de nuestra era. Muchas de estas vías aún las seguimos utilizando.
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