Tras la Guerra de la Independencia, España experimentó una invasión de viajeros extranjeros, atraídos por la nueva corriente romántica, empeñada en atribuir a nuestro país características propias de un lejano reino de Oriente. Gracias a aquella “moda”, que se prolongó durante todo el siglo XIX, la Península recibió incontables visitas de grandes literatos, pensadores y artistas. Así fue como se forjó el mito de la España romántica, un lugar casi mágico en el que era posible vivir en carnes propias un sinfín de aventuras.
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