El vizconde de Chateaubriand, que no era parco, la llamó “la ciudad contra natura”. Lord Byron trasladó su zoo y su melancolía a alguna de sus mansiones. Théophile Gautier le puso una pátina impresionista. Henry James escribió exquisitas cartas sobre y desde ella. Thomas Mann quiso morir allí de un ataque agudo de belleza, pero en efigie, por supuesto. Ernest Hemingway ambientó en ella su mejor novela, a mi juicio, crepuscular y viejoverde. Los Hombres G le compusieron una canción muy divertida y analfabeta.
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