Un día, una mujer de 101 años aceptó posar ante la fotógrafa estadounidense Anastasia Pottinger con una condición: que no se la pudiera identificar en las imágenes. Pottinger eligió usar el zoom, los planos cerrados y de detalle como método para aproximarse a ella. El resultado sorprendió a la misma fotógrafa: las ampliaciones en blanco y negro de los poros, las marcas y arrugas trasladaban los patrones de la piel a la abstracción.
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