El cielo se tiñó de un intenso color rojo. Cubriendo una enorme extensión, el fenómeno proyectó espectrales rayos de distintos colores. Luego, como una visión que había que cazar al vuelo, se desvaneció lentamente. Pero un poco más tarde, un resplandor aún más potente y sanguinolento bañó la bóveda de Madrid. La ciudad palideció. Los cuerpos de bomberos regresaron a las centrales desconcertados: ningún fuego se había desatado en la capital. «Es el apocalipsis», temieron muchos madrileños desde sus casas. Es el relato de lo que sucedió...
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