Cuando tenemos que remarcar una gran chapuza marítima, lo más normal es que nos venga a la memoria el naufragio del insumergible Titanic o el papelón de la Armada Invencible a la que vino la primera tormenta. Sin embargo poco nos podríamos imaginar que los suecos -esos que ahora son el paradigma del progreso humano- pudieran haber conseguido la proeza de hundir, al poco rato de hacer el viaje inaugural, el mayor barco de la flota sueca.
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