Si van en primavera y pasean por su empinado trazado árabe quizá se vean envueltos por un delicado olor a jazmín, es posible que les envuelvan hordas de estudiantes de todo pelaje y procedencia, y con total seguridad envolverán sus fauces alrededor de las generosas tapas que sirven en cualquier bar y cuya relación cantidad-precio haría tambalearse las gráficas de cualquier apóstol del capitalismo.
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