Como buen marinero, Tomás Olleros Mansilla hablaba varios idiomas. Además de lenguas europeas, en una de sus múltiples estancias en Manila, la joya asiática del hasta entonces Imperio español, escribió un libro de gramática bisayo-cebuana. En 1886, llevaba más de media vida jugándose la piel. Quemado por el sol y la sal de las costas de África, América, Europa y, tras conquistar el remoto archipiélago de Tawi-Tawi en Asia, fue enviado a un tranquilo despacho en Madrid.
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