En el verano de 1627 Islandia sufrió dos razias seguidas de corsarios berberiscos, la primera procedente de la República de Salé y la segunda de Argel. Entre ambas apresaron a unas cuatrocientas personas que fueron vendidas como esclavas en los mercados del norte de África. Algunas consiguieron comprar su libertad una década más tarde, pero la mayoría permanecieron reducidas a esa triste condición el resto de sus vidas.
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