Los indios osages vivieron en pleno siglo XX en Estados Unidos una increíble historia de crímenes, codicia y petróleo, un caso tan truculento como silenciado. En 1804, el presidente Jefferson dijo a una delegación osage en la Casa Blanca: “Siempre seré vuestro amigo y benefactor”. Poco después, sus protegidos tuvieron que renunciar a 40 millones de hectáreas a cambio de “vivir en paz” en una reserva de Kansas de 21.000 km2. De nuevo, les prometieron que esa tierra sería suya para siempre y de nuevo les engañaron. Pronto llegaron más colonos.
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