Goodyear, Dunlop o Michelin nacieron al calor de la fiebre del caucho, un negocio que eclosionó a principios del siglo XIX en la Amazonia y se cobró la vida de decenas de miles de personas. La mayoría, en los campos de recolección del codiciado látex. Y otros muchos, en la construcción de un tren maldito para transportarlo. Los obreros no tardaron en apodarlo Ferrocarril del Diablo. Tenían motivos. En las sucesivas obras acometidas para extender los raíles murieron más de 6.000, laminados por enfermedades tropicales o atacados por animales.
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