Yo no había escuchado antes ese sonido. Nunca. Los dos móviles que llevaba encima empezaron a emitir de forma simultánea un zumbido aterrador, un tono de alarma desconocido que me puso en tensión de manera instantánea. Asustado, detuve el coche y leí el mensaje en la pantalla de uno de los aparatos. Esperaba encontrar un aviso de ataque nuclear o de impacto inminente de meteorito, pero el texto, en rumano e inglés, era algo más mundano: alertaba de osos en la zona.
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