Cada vez que pienso en alguien esforzándose, sobre todo si ese alguien soy yo, me imagino a un burro con orejeras persiguiendo una zanahoria, y otras veces me viene la recurrente escena de un hámster corriendo en la rueda dentro de su jaula. No lo puedo evitar. Quizá sea un recurso mental subconsciente, o inconsciente –nunca distingo del todo bien una cosa y la otra–, para hacerme reflexionar sobre el origen y destino de ese esfuerzo.
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