Tonya Harding no lo tuvo nada fácil para llegar a convertirse en una prometedora estrella del patinaje. Comenzó a patinar a la edad de 3 años. Esa actividad se convirtió en un objetivo para su madre con el propósito de salir de la pobreza gracias al talento de su hija sobre la pista, de hecho no permitió que terminase sus estudios. Sometía a su hija a tal presión que cuando algo no le salía perfecto le pegaba hasta el punto de que un día le lanzó un cuchillo que se le clavó en su antebrazo.
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