EN 1950, la ciudad estadounidense de Denver albergó un estudio pionero para tratar de cuantificar la mentira en las encuestas. Se preguntó a la población en qué porcentaje votaba, donaba dinero a organizaciones benéficas y era socia de una biblioteca, y luego se cruzaron los datos con las cifras oficiales de votantes, socios de la biblioteca y donaciones benéficas registradas. El resultado fue que, a pesar de que la encuesta era anónima, la gente había mentido, y mucho.
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