Científicos alemanes y franceses publicaron un estudio en la revista Nature que indica que parte de las sustancias que componen la tinta de los tatuajes viaja por el cuerpo y se deposita en la superficie de los ganglios linfáticos, engrosándolos de manera crónica. La acumulación podría interferir en el sistema linfático de tal manera de perjudicar la detección de células cancerígenas.
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