Era explosiva y volcánica:más allá de la sexualidad que irradiaba, sus bailes y giros, agitando la cabeza y moviendo con gran rapidez sus delgadas piernas, no tenían ninguna competencia. Mito absoluto de una generación, cuando el baile y la música negra simbolizaban una modernidad a la que todo blanco quería aspirar. Un símbolo que lo mismo representaba sexualidad que liberación o placer. Y que quiso ir mucho más allá, apropiándose del sentimiento de ser mujer y negra. Algo que en la década de 70 y 80 todavía era conflictivo llevar con orgullo
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