El thorrablót (¿en honor a Thor?) comienza a fines de enero. Durante un mes, el frío invierno islandés y las tradiciones vikingas dan el contexto ideal para uno de los festivales más curiosos del mundo, donde solo los paladares valientes resisten el sabor del tiburón fermentado. Al menos aquí ya no hay sacrificios humanos a los dioses nórdicos.
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