Se disparaban balas de verdad porque eran más baratas, los stunts no tenían medidas de seguridad alguna y los accidentes de coche eran reales. La industria italiana de thrillers de los años setenta fue una locura como pocas se han visto, pero con su lema de mostrar desnudos y muertes lo más crueles posibles logró conectar con su público, en una época en la que los italianos, y buena parte de los europeos, podía ir al cine hasta cuatro veces a la semana
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