Entre 1920 y 1940, unos 2000 hombres se implantaron tejido de testículo de mono para recuperar el vigor. Un domingo de 1925, Alfonso XIII canceló su visita a San Sebastián, donde le esperaba su familia. Aquella mañana recibió en audiencia a Serge Voronoff, que venía de Andalucía. El rey, muy interesado, quiso saber más sobre los injertos que el doctor de origen ruso venía realizando. Lo que tan célebre hizo a aquel médico fue su idea de que la fuente de la eterna juventud se hallaba en las gónadas.
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