En 1829, el doctor Gottfried Taberger diseñó un sistema que empleaba una campana con carcasa en el interior del ataúd para que la persona, en caso de no estar muerta, la tocara para alertar al personal del cementerio. La idea consistía en incluír al supuesto cadáver cuerdas en las manos, cabeza y pies, que llegarían directamente a la campana, protegida con una carcasa para que no pudiera sonar de forma accidental.
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