Un día de 1740 una corbeta corsaria británica atacó varias embarcaciones que pescaban o llevaban cal, un bien muy preciado en la isla por sus múltiples usos en construcción. Aquel mes de octubre, medio centenar de soldados británicos pensaron que todo el campo era orégano. Cuando, felices y contentos por el esforzado desempeño de su hazaña, iban de vuelta hacia la nave nodriza, los majoreros los esperaban. "La carnicería fue espantosa, pues estas gentes estaban ya en los límites de la razón, enfurecidos por los saqueos de los días anteriores".
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