Los exámenes penalizan los errores, convierten a los estudiantes en personas temerosas de dar una respuesta incorrecta, temerosas de fallar. Y el miedo al fracaso es enemigo del talento: nos lleva a desmoralizarnos ante los fallos y nos hace olvidar que, como decía Paulo Freire, es justamente la equivocación la que nos permite aprender.
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