Antes de nada, reconozcámoslo: reivindicar a un cineasta como Takashi Miike en 2022 tiene algo de anacrónico. Lleva más de treinta años en activo, y su irrupción en el panorama internacional se produjo en el cambio de siglo. No hace un cine de autor atento a las tendencias y los desvelos del mundo contemporáneo. Hace cine de género, pero no queda muy claro de qué genero; Miike es un género en sí mismo y no satisface el apetito de quienes buscan fidelidad a los códigos.
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