La Exposición Internacional de 1929 supuso una auténtica revolución urbanística para Barcelona, tal cual lo había sido en 1888 la Universal. Si aquélla había transformado el Parque de la Ciudadela, al constituir su escenario principal, la del siglo XX repitió utilidad habilitando el entorno de Montjüic y dinamizando económicamente la zona. El recinto destinado a acoger el evento aún perdura con ese uso, con sus múltiples y variados equipamientos convertidos paralelamente en atractivos turísticos; de uno de ellos, la Fuente Mágica.
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