Cinco días antes de morir, el cerebro de Philip K. Dick se apagó. Un derrame cerebral lo dejó inconsciente en su casa y luego, ya internado en el hospital, un nuevo derrame le provocó lo irreversible, muerte cerebral. Así permaneció su cuerpo durante cinco días: el corazón latiendo y bombeando sangre, su físico en vilo, cables conectados a máquinas, una cama de metal con sábanas blancas, sus familiares rezando alrededor. Finalmente decidieron desconectarlo. Philip K. Dick tenía 53 años.
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