En mi adolescencia, cuando soñaba con convertirme en un reputado escritor de ciencia ficción, imaginé una historia que nunca llegué a escribir: una máquina miniaturizaba a un escuadrón de soldados hasta un tamaño microscópico, y éstos eran depositados en la cara de una moneda. Para ellos, la moneda era una superficie gigantesca, con formaciones geológicas que eran el relieve de la moneda. La aventura consistía en llegar al punto de rescate, en el centro de la moneda.
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