En la cuarentena vivimos con aprensión la larga espera del momento en que llegaríamos a lo alto de la famosa curva y empezaría la cuesta abajo. Fue motivo de alegría, pero hablando en general, el inicio del final no suele serlo y, sobre todo, nunca está tan claro dónde empieza, cuál es el último día bueno, cuándo empieza a estropearse todo, de forma imperceptible al principio, y luego ya de modo patente.
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