La simple existencia de sistema nervioso ya los convierte en animales potencialmente capaces de sentir dolor. Los pulpos, por ejemplo, se ha probado que reaccionan cuando se les daña siendo sensibles al maltrato. Se estrechan y encogen las extremidades dañadas cuando están enfermos. Aunque de manera contradictoria también son capaces de automutilarse si es necesario para escapar de depredadores, provocándose una lesión severa. Con el paso de las semanas la extremidad vuelve a crecer hasta su estado original.
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