El censurado, Rubén Amón, se convierte en azote de censores, exceptuando a los que lo censuran a él, a sus jefes, a sus cebrianes, a los ‘censores buenos’, a la izquierda centrocivilizada de los elegantes ultraliberales de El País. Yo no sé qué es peor: que los estudiantes censuren a Cebrián, o que Cebrián censure a sus periodistas: acaba de echar de Prisa a Manuel Rico, a Fernando Berlín, a Javier Aroca, a Ignacio Escolar… Y ha impedido a todos sus trabajadores colaborar con los medios –Eldiario.es, Elconfidencial.com, La Sexta–
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