Estamos acostumbrados a una escuela en la que hay un espacio interior y cerrado en la que transcurren las clases, con los niños sentados y acumulando energía… y un espacio exterior que sirve para que toda esa energía acumulada explote y salga hacia afuera. Pero esos 30 minutos exprés de descanso a media mañana carecen de sentido si el sistema de enseñanza se adapta a las necesidades reales de la infancia, volviéndose más vivencial, de forma que puedan aprender experimentando y observando, y a la vez jugar aprendiendo. ¿Dónde empieza y termina?