En la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, una joven judía alemana de Berlín, Stella Ingrid Goldschlag, se convirtió en colaboradora de la Gestapo, la policía secreta, y se dedicó a denunciar a correligionarios, que fueron así enviados a la deportación y la muerte. Conocedora de los lugares de la capital por donde solían moverse los judíos que llevaban vidas semiocultas, Goldschlag les acechaba en esquinas, cafés y paradas de metro, o se citaba con ellos con promesas de conseguirles comida. Entonces les señalaba y eran apresados.