Si Milena Jesenská fue el cuchillo con el que Kafka hurgó en su alma, para el poeta Georg Trakl, el cuchillo fue su hermana. Al igual que Kafka y Milena, Georg y Gretl se amaron por correspondencia; a diferencia de ellos, las palabras no les bastaron. Según se dice, sus primeros contactos físicos fueron tan intensos que ninguna relación posterior con otras personas consiguió estar a la altura.