Como tantos otros niños, en mi infancia leí muchos relatos que hablaban del dolor de otros niños. Niños abandonados, niños huérfanos, niños convalecientes, niños golpeados en hospicios y escuelas. Pareciera, de hecho, que exista todo un género literario que se complace en hacer vivir a sus protagonistas infantiles las más horrendas y espantosas experiencias. Confieso, sin embargo, que entonces no me afectaban mucho, pero hoy, tantos años después, la lectura de estos textos me conmociona de un modo muy distinto.