Si existe un personaje que genere tanto odio y repulsión dentro de la extensa bibliografía de Charles Dickens como el mismísimo Scroodge ese es el de Sarah Gamp, la enfermera borracha y oportunista que escandalizó a la pulcra sociedad victoriana en la novela “Martin Chuzzlewit”. Sólo hay una diferencia, Scroodge no volvió a todos los viejos tacaños y codiciosos en buenas personas, pero Gamp sí que ayudó, diez años antes que Florence Nightingale, a marcar cómo debían ser las buenas prácticas de la profesión.
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