Según la historia bíblica, Omri, rey de Israel, hacia el 880 AEC, le compró esta tierra a su propietario, Semer. En la Torá, Omrí fue un rey pecador al igual que sus antecesores, edificando y manteniendo lugares de culto a dioses ajenos al yahveísmo. Los historiadores consideran que este juicio procede de una época posterior. El “pecado” de Omrí sería entonces el henoteísmo propio de su época, una forma de culto contraria a las tradiciones posteriores. Su hijo y sucesor, Acab, "sirvió a Baal, y lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de..."
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