Cuando, a finales del siglo XIX, Avilés intentó explotar las bondades del turismo se dio cuenta de que tenía que ser una "playa". Sin embargo un detalle crucial separaba a esta villa de aquellas otras playas: el mar. No era el único problema, pues, de alguna forma, aquella playa de Avilés era una playa belga. Desde el confín de la playa al puerto de Avilés, la propietaria de las arenas era la empresa belga Real Compañía Asturiana de Minas. Había peleado por ella y salido victoriosa en todos los pleitos de importancia que por ese terreno se
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