Uno de los aspectos menos agradables de las 144 letrinas públicas que llegó a haber en Roma durante el Imperio era el xylospongium, es decir, una esponja sujeta a un palo y que los usuarios compartían; pero había otros inconvenientes aún más dramáticos para el aguerrido romano que sentase allí sus posaderas. Uno de ellos era el que procedía de las ratas y culebras que vivían en el sistema de alcantarillado y que podían subir y morder sus carnes. Esto era ciertamente desagradable, aunque no tan peligroso como a las llamas por el metano.
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