Por mucho que Rita Barberá invoque la presunción de inocencia y se envuelva en la Declaración Universal de Derechos Humanos, la ética y la estética la condenan a ingresar sin honor en la galería de juguetes rotos de la política nacional, junto a tantos otros compañeros de partido (Rato, Granados, Matas, Bárcenas, Fabra, Castedo…), incluidos los que predicaron con el ejemplo del higiénico paso atrás al ser pillados en renuncio, como ha ocurrido recientemente con el exministro Soria o la exvicepresidenta de Castilla y León Rosa Valdeón.
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