En los años sesenta, se construyó la nueva presa de Asuán para controlar las inundaciones del Nilo y generar electricidad para modernizar rápidamente Egipto. Casi dos docenas de sitios arqueológicos tuvieron que ser trasladados para salvarlos de las aguas crecientes del recién creado lago Nasser. El Templo de Filae, una atracción popular en Asuán, fue uno de esos lugares, pero los desafíos de Abu Simbel fueron aún más épicos.
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