EL 18 de julio de 1860 era un día especial. Astrónomos, científicos y curiosos de todo el mundo esperaban en diferentes partes de España con ansiedad un momento que anticipaban único en la historia de la observación del firmamento: un eclipse de Sol total que iba a tener a nuestro país como principal atalaya. Algunos de los principales científicos y especialistas de la época se desplazaron hasta la Península Ibérica. Los albores de la fotografía permitían que se fuera a poder inmortalizar un eclipse.
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