Durante muchos siglos, los relojes astronómicos fueron lo más parecido a los ordenadores actuales. No sólo permitían conocer la hora y la fecha del año, muchos de ellos daban además las horas de salida y puesta del Sol, las fases de la Luna o las posiciones de los planetas y las estrellas. Mediante engranajes cuidadosamente calculados y vinculados con los ritmos de los astros, estos mecanismos permitían reproducir ciclos astronómicos y determinar con antelación fenómenos tan complejos como los eclipses de Sol o de Luna.
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