En 1566 sus cortesanos dieron la orden de vestirla de luto, al yacer aparentemente muerta en su cama, pero su médico, el Dr. Arnault, logró reanimarla con "vendajes apretados colocados en los dedos gordos de sus pies, piernas y brazos, dándole de beber vino y aplicándole muchos enemas". Esta anécdota nos sirve para describir la delicada salud que sufrió María Estuardo, una salud tan frágil que muchas veces hizo pensar en su inminente final.
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