Durante los últimos diez años no ha habido cobertura en el Kurdistán iraquí en la que no me haya dejado caer por el spa-fitness de Dohuk. No es tanto por la piscina, que también, sino porque su dueño es amigo mío desde que, en 2006, alguien me avisó de que un kurdo retornado de Estados Unidos estaba construyendo el primer centro de estas características en todo Irak.
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