Pocas cicatrices pueden encontrarse en el “rostro” de Tierra equiparables a la de Vredefort. Hace ya un buen puñado de años —2.000 millones, para ser precisos— un enorme asteroide de entre cinco y diez kilómetros de diámetro cayó sobre al suroeste de lo que hoy conocemos como Johannesburgo, en Sudáfrica, a una velocidad endiablada. La colisión fue tan brutal que desplazó una gran cantidad de roca. El resultado: una enorme abolladura que, una vez la estructura terminó de colapsar y se asentó
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